La sin razón de los saltamontes

De vez en cuando a los niños les gusta gritar sin razón. Sin razón es una expresión que podría generar bastante duda en la cabeza del hombre que prende fuego en las calles. Porque sin razón podría ser que no le bajen la ventana luego de haberse tragado media pinta de gasolina y que ahora deba toser la noche entera con una garganta ácida y unos intestinos que arden. Sin razón, además puede ser la manera en que mira una anciana a sus quince hijos adultos, un domingo por la tarde, sentada en su banca habitual, mientras ellos ríen, y ella los mira reír, sin ninguna razón.  Pero más que nada, sin razón, podría también ser el párrafo de un escritor que quiere escribir, pero no sabe qué. Así que se sienta a aplastar las teclas con cientos de palabras que aparecen sin ninguna razón.

Los saltamontes del Ilaló son muy pequeños. Hay de muchos colores. Algunos verdes aguacate, otros un poco más cafecitos. Pero más que el color, en este día vamos a hablar de la fuerza de sus patas. Según el churos Cervantes,  si un día reunimos a todos las personas que han comprado el diario Extra y las juntamos, podríamos llenar el estadio del Barcelona de Ecuador y multiplicarlo por cinco. Imagínense la cantidad de lectores que tiene la crónica roja. Sin embargo, más que de la crónica roja, en este día estamos hablando de las patas de los saltamontes. Y así como es inconcebible la idea de cinco estadios repletos de lectores, el salto del saltamontes del Ilaló representa una escala parecida. Se eleva doscientas veces su tamaño, si es que desea. Parecería incluso que vuela. Imagínense poder saltar como ellos. Posiblemente nos congelaríamos en el cielo.

 

 

 

 

Deja un comentario